Comparaciones odiosas

 


Comparaciones odiosas

OPINIÓN
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La presentación reciente (28-04-2021) del programa de recuperación del presidente Biden al Congreso de su país nos ha hecho pensar en la diferencia entre un plan bien articulado y consistente, tanto en el plano económico como el social, con los planes chapuceros de nuestro gobierno. El plan de Biden es sin duda de una gran expansión fiscal, con un fuerte énfasis en la inversión pública en infraestructura, pero que también indica las fuentes para financiarlo, regresando a los niveles de impuestos a la renta de empresas que habían sido rebajados por los gobiernos de Bush y de Trump, y reduciendo las exenciones tributarias que les encantan a  los abogados de las compañías multinacionales. Ha llamado también la atención la coherencia de su programa social, llenando así un déficit que los Estados Unidos arrastraban. Biden, al igual que lo hiciera Roosevelt para salir de la Gran Depresión, está proponiendo a su país un New Deal (Nuevo Trato), aunque no lo nombre así.

Biden, con gran sensibilidad, ha tocado todas las preocupaciones del hombre común. No se ha perdido en recriminaciones ni regurgitado rencores. Será criticado, sin duda, por los conservadores, pero lo harán en un diálogo civilizado. En el país, en cambio, el presidente Arce no ha sometido al debate en el parlamento ni en la opinión pública un plan de recuperación consistente. Hasta ahora, lo que se conoce, es que quiere regresar al modelo con nombre de cinco  pisos,  modelo económico, social comunitario y productivo, que fuera muy criticado por muchos economistas en las épocas de vacas gordas y que, con mayor razón, se lo critica ahora que ya no se tiene tanta plata. La inversión pública puede tener un papel importante en un plan de recuperación pero si es en proyectos que crean empleos y que sean complementarios con la inversión privada. Se tiene que ser selectivos en las inversiones, evitando elefantes blancos y dispendios en empresas públicas que no tienen futuro.

Los Estados Unidos tienen las espaldas necesarias como  para financiar una política fiscal muy expansiva. En último caso pueden imprimir dinero, que sirve además como reserva internacional, un “privilegio exorbitante” como lo calificara  alguna vez el ex presidente francés V. Giscardd’ Estaing. Nosotros no podemos hacer lo que los Estados Unidos hacen, simplemente porque no tenemos los medios, tampoco el boliviano es moneda de reserva internacional. Si al gobierno se le va la mano con la política de “imprimir dinero” se seguirán perdiendo reservas internacionales.

Tenemos que buscar maneras creativas para reducir o en su caso financiar el elevado déficit fiscal actual. Las recaudaciones de  impuestos a las grandes fortunas, si bien es cierto que están siendo mayores a las esperadas, y los planeados impuestos a las operaciones digitales, no cubrirán sino una pizca de las necesidades fiscales. El presupuestado acceso a créditos del mercado internacional de USD 3.000 millones se está haciendo esperar y habrá que ver en qué condiciones se lo va a obtener. Me temo que sean más desventajosas que las del desdeñado y devuelto crédito del FMI.

El plan social del gobierno del presidente Arce ha sido de mecha corta. Fuera del bono contra el hambre no se ha tenido mucho más. El tan criticado gobierno de la presidente Añez fue mucho más creativo en el plan social. 

Biden, en su discurso, informaba que en menos de cien días se había vacunado a más de 200 millones de americanos. Estaba orgulloso, con razón, de esta hazaña de logística. Aquí el proceso de vacunación anda de tropiezo en tropiezo  y si algo tiene es caos, lo  contrario de  logística.

 En vez de dedicarse a hacer encarcelar opositores y a crear una cultura de “denuncia permanente” por correveidiles, que por cierto no  es el de  la revolución permanente de Trotsky, esperaríamos que el gobierno del presidente Arce le dedique tiempo y esfuerzo a la recuperación de la economía y de la salud del pueblo boliviano. Mejor emular a Biden que compararse con Maduro y Ortega.

 
Juan Antonio Morales es profesor emérito de la Universidad Católica Boliviana y expresidente del Banco Central de Bolivia.
 

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