En el mundo la riqueza pasó del dominio público al privado

En el mundo la riqueza pasó del dominio público al privado

Escrito por  ALEJANDRO ZEGADA/EL PAÍS eN Feb 05, 2018
El último informe del Laboratorio sobre la Desigualdad Global (LDG) y de la Base de Datos sobre Riqueza e Ingreso (WID, por sus siglas en inglés), revela que desde 1980 “se observa en prácticamente todos los países, tanto ricos como emergentes, transformaciones de gran tamaño en la propiedad de la riqueza, que pasa del dominio público al privado”.
La citada publicación, titulada Informe sobre la Desigualdad Global 2018, fue producido por el conocido economista francés Thomas Piketty, junto con otros académicos como Facundo Alvaredo, Lucas Chancel, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman, y recuerda que las desigualdades económicas están determinadas en buena medida por la distribución de la riqueza, que puede ser de propiedad privada o pública. 
“Así, mientras la riqueza nacional (pública más privada) ha crecido de manera notable, la riqueza pública se ha hecho negativa o cercana a cero en los países ricos (las deudas superan a los activos). Esto limita la capacidad de los gobiernos para reducir la desigualdad, y ciertamente tiene implicaciones importantes para la desigualdad de riqueza entre los individuos”. 
En pocas palabras, en las últimas décadas, los países se han vuelto más ricos mientras que los gobiernos se han vuelto pobres. Es un dato no menor, ya que, según los investigadores, la relación entre la riqueza pública y privada (que conjuntamente equivalen a la riqueza nacional) “es un determinante crucial” del nivel de desigualdad de los países. 
No es que la riqueza privada sea mala, sino que es la riqueza pública la que permite las inversiones y políticas redistributivas.
La riqueza privada
Según el informe, la riqueza privada neta ha experimentado un incremento generalizado en las últimas décadas, pasando de 200-350% del ingreso nacional en la mayoría de los países ricos en 1970, a 400-700% en la actualidad. 
“Esta tendencia se ha mantenido vio en buena medida incambiada por la crisis financiera de 2008 o por las burbujas de precios de ciertos activos experimentadas por países como Japón o España”, agrega. 
En Rusia y China por su parte, se observa un incremento muy significativo de la riqueza privada. Y es que “en el marco de las transición del comunismo a economías primordialmente capitalistas, la riqueza privada se triplicó y cuadriplicó respectivamente”. 
Así, según los datos, la relación entre la riqueza privada y el ingreso nacional en ambos países se está aproximando a los niveles observados en países como Francia, Reino Unido y Estados Unidos.
La riqueza pública
Al contrario de lo ocurrido con la riqueza privada, la riqueza neta pública (activos menos deuda pública), ha disminuido en prácticamente todos los países desde la década de 1980. 
Datos del informe dan cuenta que en China y Rusia, la riqueza pública disminuyó desde un 60-70% a un 20-30% de la riqueza nacional. En Estados Unidos o Reino Unido, la riqueza neta pública se ha vuelto incluso negativa, mientras que en Japón, Alemania y Francia es apenas positiva. 
“Esto limita la capacidad de los gobiernos para regular la economía, redistribuir ingresos y mitigar el crecimiento de la desigualdad”. 
Las únicas excepciones a esta tendencia generalizada a la disminución en la riqueza pública son países como Noruega, que cuenta con recursos petroleros y fondos soberanos de gran envergadura, aclaran los autores.
El rol de las privatizaciones
El informe sobre la desigualdad afirma que la combinación de privatizaciones a gran escala con el incremento de la desigualdad de ingresos ha potenciado la concentración de la riqueza. 
El incremento de la desigualdad de patrimonios ha sido extremo en Rusia y Estados Unidos, y más moderado en Europa. En Estados Unidos, el aumento en la participación del 1% más rico en el Ingreso Nacional de ese país pasó de 22% a 39% entre 1980 y 2014, “en buena medida explicado por el incremento en la participación del 0.1% más rico”. 
El aumento en la concentración ha sido menor en Francia y Reino Unido, “debido por un lado al efecto moderador que ha tenido la evolución de la riqueza inmobiliaria, mayoritariamente en manos de la clase media, y por el otro, al menor nivel de desigualdad de ingresos en comparación con Estados Unidos”, agregan los expertos.
Por su parte, China y Rusia, en su transición desde el comunismo hacia economías capitalistas, han experimentado incrementos “significativos” en la concentración de la riqueza. Así, “el 1% más rico duplicó su participación (en el Ingreso Nacional) tanto en China como en Rusia entre 1995 y 2015, pasando de 15% a 30% en el primer caso y de 22% a 43% en el segundo”.
El futuro de la desigualdad
El Informe presenta proyecciones de la evolución de la desigualdad de ingreso y riqueza hasta 2050 en base a distintos escenarios. Si en el futuro las condiciones actuales se mantuvieran sin cambios, la desigualdad a escala mundial continuaría creciendo. 
Si, en cambio, todos los países siguieran, en términos de distribución del ingreso, una trayectoria similar a la que Europa experimentó en las últimas décadas, la desigualdad mundial podría reducirse, con simultáneos avances importantes en la erradicación de la pobreza a escala global. 
Hay un riesgo concreto de que la clase media mundial, en términos de riqueza, se reduzca si las condiciones actuales no cambian. 
“Bajo el supuesto razonable de que la tendencia mundial puede ser captada por una combinación de China, Europa y Estados Unidos, entonces la proporción de riqueza controlada por el 1% más rico del mundo pasó de 28% a 33%, mientras que la del 75% de menor riqueza osciló alrededor de 10% entre 1980 y 2016”, afirman los autores.
En este sentido, de continuar las tendencias observadas en términos de distribución de la riqueza, la participación del 0.1% más rico del mundo (entendido como una combinación de China, Europa y Estados Unidos), será equivalente a la de la clase media para el año 2050.
La desigualdad de ingresos mundial también se incrementará de no cambiar las condiciones actuales, incluso bajo supuestos optimistas al respecto del crecimiento de los países emergentes. Y aumentará aún más “si todos los países siguen la trayectoria de creciente desigualdad que Estados Unidos experimentó entre 1980 y 2016”.
“Esto no es, sin embargo, inevitable”, dicen el Informe. “Si, por el contrario, los países siguen la trayectoria europea, la desigualdad se reducirá moderadamente “.
Por otra parte, se enfatiza que la dinámica de la desigualdad al interior de los países tiene “un inmenso efecto en la erradicación de la pobreza a escala global”: La evolución de los ingresos de la mitad más pobre de la población mundial puede variar para el año 2050 entre 4.500 a 9.100 euros anuales por adulto (entre 5.613 y 11.350 dólares aproximadamente) en función de la trayectoria de desigualdad que sigan los países.
¿Cómo enfrentar
la desigualdad?
Según Piketty y los demás autores del informe, enfrentar la desigualdad de ingresos y riqueza a escala mundial requiere cambios importantes en las políticas impositivas nacionales y globales. 
“En muchos países deben revisarse las políticas educativas, salariales y de toma de decisiones en la dirección de las empresas. La transparencia en términos de acceso a la información sobre las actividades económicas también resulta clave”, afirman.
En el tema de los impuestos, el estudio afirma que “la progresividad del sistema impositivo (considerado globalmente) es una herramienta efectiva para combatir la desigualdad”, pues “no sólo reduce la desigualdad de manera directa, sino que también disminuye los incentivos a capturar fracciones crecientes de ingreso y de riqueza, al limitar su magnitud”.
En la mayor parte de los países emergentes de alta desigualdad, “los impuestos a las herencias, sucesiones, y donaciones son una parte irrelevante, o directamente inexistente”, del sistema impositivo, lo que significa que se puede y se debe desarrollar “importantes reformas impositivas”.
Sin embargo, los sistemas tributarios enfrentan una serie de obstáculos. Uno de los más relevantes es la evasión tributaria, como se ha puesto en evidencia recientemente con los Paradise Papers. 
Según datos del Informe, los activos en paraísos fiscales “se han incrementado considerablemente desde la década de 1970”, y en la actualidad representan más del 10% del PIB mundial. 
Así, “dada la relevancia creciente de los activos financieros, la creación de un registro financiero global (para el que existen distintas alternativas) permitiría a las autoridades tributarias nacionales combatir la evasión de modo más efectivo”.
Los expertos también destacan la urgencia de un acceso más igualitario a la educación y a empleos bien remunerados para enfrentar el estancamiento o el débil crecimiento de los ingresos de la mitad más pobre de la población.
“Investigaciones recientes muestran que puede existir una brecha inmensa entre el discurso público acerca de la igualdad de oportunidades y las que efectivamente existen en el acceso a la educación”, por lo que sugieren mejorar la calidad de la educación y el aprendizaje, además del acceso.
La educación “es importante, pero es insuficiente para reducir la desigualdad por sí solo en ausencia de mecanismos que aseguren empleos bien remunerados a la población más pobre. Una mejor representación y participación de los trabajadores en la estructura de decisión de las empresas, así como salarios mínimos a niveles dignos, son también importantes para lograr reducciones en los niveles de desigualdad”.
Inversión pública que sirve
Los autores del informe consideran que los gobiernos tienen que realizar inversiones que permitan reducir los actuales niveles de desigualdad de ingresos y riqueza y prevenir nuevos incrementos en el futuro.
De forma más específica, ven necesarias mayores inversiones públicas en educación, salud y protección medioambiental, tanto para combatir la desigualdad existente como para prevenir incrementos futuros.
Por tanto, son estos los sectores que más ayudarían en la lucha contra la desigualdad y también coadyuvarán en la reducción de la pobreza de manera estructural, más allá de la redistribución coyuntural de billetes, bonos o aguinaldos, que no se basan en una producción real en la economía ni en una transformación del sistema, sino en la subida y bajada de los precios de las materias primas exportadas.
“No será fácil, habida cuenta de que los gobiernos de los países ricos se han empobrecido y se encuentran muy endeudados. Reducir el endeudamiento público no es una tarea sencilla (varios mecanismos han sido empleados en el pasado –aumento de los impuestos progresivos, condonaciones de deuda, inflación), pero es central para mejorar la posición de partida de las generaciones jóvenes”, sentencian.

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