El NO, no basta

 <El NO, no basta> . . .
Por Roger Cortéz Hurtado
Si las encuestas no están especialmente extraviadas, el resultado más probable, si el referendo de febrero se adelantase a esta semana, podría ser un empate o una tenue victoria de cualquiera de las opciones.
El empeño que ponen los gobernantes para recuperar el margen que les permitió ganar rotundamente hace apenas un año incluye la descomunal deuda contraída para tapar el hueco de ingresos que deja el retroceso de precios de los exportables y la promoción de un paquete de obras de infraestructura, que pretende silenciar todas las críticas y los rastros de la indulgencia con que se trata a la corrupción y en especial a los principales actores del más grande desfalco conocido, el del Fondo campesino.
Al mismo tiempo que se arma una gran pirotecnia para denunciar presuntas matufias de 20 o 30 mil dólares, los fiscalizadores se las ingenian para no molestar a legisladores y dirigentes de organizaciones involucrados en el desvío de unos 200 millones de Bs.
Lo que el frenesí de millones, planes de inversión y la propaganda no pueden reanimar es la esperanza y la convicción que animó el inicio del proceso. La campaña por la reelección, por donde se la mire, es el más grande intento de promover y otorgarle un nuevo pasaporte a la impostura y a la mediocridad.
Ningún otro término resume con mayor propiedad la desesperación de un elenco de funcionarios y sus asociados para mantener su inmunidad y garantizar la impunidad que caracteriza la gestión en la cual sacrificaron los principales objetivos y metas de la mayor movilización social de la historia, intercambiándolos por incuestionables, pero insuficientes reformas llevadas a cabo.
Los promotores del SI están cuidando, antes que cualquier otra cosa, sus cargos y su acceso el poder; lo demás es supletorio y circunstancial. La fidelidad de sus votantes expresará casi exclusivamente el temor a lo desconocido y al retroceso de los avances logrados.
La campaña por el NO amalgama la atávica resistencia a las transformaciones con la desilusión por su estrangulamiento, generando el ilusorio perfil de un bloque inexistente y dando espacio a que caudillos que condenan el caudillismo de su contrincante, especulen con que la porción mayoritaria de los votos disidentes se debe a cada uno de ellos.
La realidad es que aunque NO se imponga, que es de momento la tendencia central, ninguno tiene la representatividad mínima indispensable para enfrentar y triunfar sobre el muro de resistencia, con que los privilegiados de hoy se defenderán ante la posibilidad de ser derrotados en 2019. Esa falta de fuerza y autoridad proviene de su incapacidad para entender y aceptar que está a punto de cumplirse una década desde que el país dejó atrás un orden político y social que no retornará, aunque la matriz económica se haya mantenido intacta.
Al no asimilar ese cambio no han podido, no pueden (ni quieren) dialogar con el electorado que ha dado los sucesivos triunfos a los gobernantes de hoy y, al no entenderse con esa mayoría social, renuncian automáticamente a superar lo que estamos viviendo. De allí que es tan errado suponer que el triunfo del SI blindaría la reelección en 2019, como que la victoria del NO asegura que el prorroguismo colapse.
Ayudaría mucho a asegurar un nítido triunfo del NO, que todos los dirigentes políticos que cuestionan la tercera reelección, anunciaran que, como prueba de sincera adhesión a la renovación de la vida política del país, ellos renuncian a presentarse como candidatos presidenciales en la próxima elección nacional, lo que demostraría una modificación cierta en cómo se entiende y practica la política. Ahora, como la tarea de fondo es construir una mayoría capaz de atajar la impunidad y poner fin a la decadencia representada por el régimen, inclusive tan importante señal sería todavía insuficiente.
Para cumplirla se impone respetar, recuperar y llevar a la práctica los objetivos abandonados por la actual conducción política nacional en el camino. Seguir omitiéndolos y despreciándolos, volverá a abrir espacio a la sobrevivencia del continuismo, encabezado por figuras de segunda fila, pero tan empeñadas como su actual jefatura, en mantener indefinidamente la situación actual.

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